miércoles, 10 de julio de 2013

La redota





En 1884, le encargan al famoso pintor uruguayo Juan Manuel Blanes que haga un retrato de José Artigas. De él apenas se conoce el rostro a través de un dibujo de pocos trazos realizado en su vejez, por lo que Blanes debe imaginarlo por intermedio de sus ideas y la peripecia de su vida. Entre los materiales que le entregan para “descubrirle” sus facciones, Blanes encuentra los apuntes de un tal Aníbal Larra, un ex espía español contratado por el triunviro porteño Manuel de Sarratea, para que asesine a Artigas, el jefe rebelde de los orientales que no se somete a la hegemonía de Buenos Aires y que está acampado en el Ayuí, al norte de lo que es hoy
Haciéndose pasar por periodista de un diario de Estados Unidos, Larra cruza el Río de la Plata rumbo a Montevideo, donde descubre distintas facetas de Artigas. En el Montevideo amurallado y español conoce a quienes creen que se han liberado del asedio del gauchaje cerril artiguista, gracias a la intervención portuguesa. Con la madre de Artigas, Francisca, con el esclavo liberto Ansina, cabalgando por el territorio donde pasó el éxodo y conociendo los despojos de un pueblo abandonado, comienza a aproximarse a la otra cara de la moneda.

Cuando llega, le impacta ese “éxodo quieto” con 8.000 personas, donde se mezclan familias y guerreros, multirracial y diverso, en apariencia caótico pero al mismo tiempo militarizado. Allí es donde Larra conocerá al enigmático personaje que debe asesinar. Larra se internará cada vez más en ese mundo provisorio, un campamento donde la violencia se roza con la inocencia de un mundo en gestación. Intentará, sin éxito, asesinar a Artigas, hasta que, gradualmente, se irá “mimetizando” con ese universo, bárbaro en apariencia, diferente a lo hasta entonces conocido, donde todo está por crearse y lo único cierto es que es patas para arriba del mundo convencional.

Poco a poco, Larra comienza a dudar de su misión. El camaleón, el espía cínico que podía ser un asesino, un soldado o transformarse en escritor, se va habituando al gaucho, al mestizo, a una sociedad en ebullición, al punto que al final, el victimario se pasa al bando de la víctima. Con pocas pinceladas se insinúa el sinuoso destino de Artigas a partir de entonces, que por momentos se acerca a su objetivo, pero que termina traicionado y derrotado en su exilio en Paraguay. El pintor Blanes terminará comprendiendo cuál es el trazo que define a su retratado: una utopía que estaba más lejos de lo que suponían sus contemporáneos.
Haciéndose pasar por periodista de un diario de Estados Unidos, Larra cruza el Río de la Plata rumbo a Montevideo, donde descubre distintas facetas de Artigas. En el Montevideo amurallado y español conoce a quienes creen que se han liberado del asedio del gauchaje cerril artiguista, gracias a la intervención portuguesa. Con la madre de Artigas, Francisca, con el esclavo liberto Ansina, cabalgando por el territorio donde pasó el éxodo y conociendo los despojos de un pueblo abandonado, comienza a aproximarse a la otra cara de la moneda.

Cuando llega, le impacta ese “éxodo quieto” con 8.000 personas, donde se mezclan familias y guerreros, multirracial y diverso, en apariencia caótico pero al mismo tiempo militarizado. Allí es donde Larra conocerá al enigmático personaje que debe asesinar. Larra se internará cada vez más en ese mundo provisorio, un campamento donde la violencia se roza con la inocencia de un mundo en gestación. Intentará, sin éxito, asesinar a Artigas, hasta que, gradualmente, se irá “mimetizando” con ese universo, bárbaro en apariencia, diferente a lo hasta entonces conocido, donde todo está por crearse y lo único cierto es que es patas para arriba del mundo convencional.

Poco a poco, Larra comienza a dudar de su misión. El camaleón, el espía cínico que podía ser un asesino, un soldado o transformarse en escritor, se va habituando al gaucho, al mestizo, a una sociedad en ebullición, al punto que al final, el victimario se pasa al bando de la víctima. Con pocas pinceladas se insinúa el sinuoso destino de Artigas a partir de entonces, que por momentos se acerca a su objetivo, pero que termina traicionado y derrotado en su exilio en Paraguay. El pintor Blanes terminará comprendiendo cuál es el trazo que define a su retratado: una utopía que estaba más lejos de lo que suponían sus contemporáneos.



.